12. Limosnero hasta después de su muerte
Pocos años después de su muerte, se inició en Granada la causa de beatificación del Siervo de Dios, y, una vez cerrada a nivel provincial, se inició la causa en Roma, donde ya constan muchos documentos que el padre Ángel, vicepostulador de la causa, ha ido aportando a través de los años. Si está lejos o está próxima su beatificación y posterior canonización, sólo Dios lo sabe, pero el pueblo, la voz del pueblo —que es voz de Dios— ya llamó a fray Leopoldo, el «hermano santo».
Todavía, si se pudiese preguntar a fray Leopoldo hasta dónde quisiera llegar después de su muerte, estamos seguros que contestaría:
— Yo estoy bien donde estoy, porque estoy donde Dios quiere que esté.
SU OBRA

(Aún a costa de hacerme pesado con las advertencias, antes de finalizar esta serie, escrita hace 30 años inicialmente para la prensa, me interesa mucho hacer hincapié en que la entrevista que se reproduce a continuación con el padre Ángel de León, hoy ya fallecido pero por aquel entonces vicepostulador de la causa de beatificación, hay que situarla en el contexto general del año 1980, es decir de hace 30 años. Sin duda, yo podía haber actualizado sin muchos problemas los datos que se ofrecen a continuación, pero creo que con ello hubiera falseado las respuestas y los datos ofrecidos por el querido y recordado padre Ángel. Así pues, actualizar los datos referentes a la “Obra Social Fray Leopoldo” de la que hablamos a continuación, lo dejo al buen entendimiento y conocimiento de mis posibles lectores).
No podemos terminar esta serie de artículos sobre fray Leopoldo de Alpandeire, sin dar debida cuenta de una breve —aunque larguísima— entrevista que mantuvimos con el padre Ángel de León. El padre Ángel conoció a fray Leopoldo, y con el convivió por espacio de algo más de dos años. Es, pues, además del vicepostulador de la causa de beatificación, un testigo de excepción.
— Padre Ángel, ¿cómo fue en verdad fray Leopoldo?
— Un hombre con el que daba gusto estar.
Con qué pocas palabras ha quedado definido un quizás futuro santo.
— Dicen, padre Ángel, que esta hermosa iglesia y este hermoso convento se debe a las limosnas de fray Leopoldo.
— No; ni la iglesia ni el convento se deben a esas limosnas. Nos construyeron este hermoso edificio que hoy disfrutamos, a cambio de la cesión de la huerta que había detrás del convento para que se construyeran esos hermosos bloques de edificios que hoy existen adosados a nuestra Casa. A cambio de ese terreno —repito—, que era muy grande, nos hicieron el convento actual y la iglesia.
— Entonces, fray Leopoldo ¿nada?
— Fray Leopoldo, mucho generic cialis pills. Pero sus limosnas se han destinado íntegramente a la gran “Obra Social Fray Leopoldo». Es un enorme edificio que tenemos construido junto al nuestro, y que ha sido pagado con las limosnas destinadas a su recuerdo.

— Es decir, padre. ¿Que aún después de muerto sigue en su oficio de limosnero?
— Así es. Esta gran obra social que lleva su nombre, y en la que se invierte desde el primero al último céntimo que por su mediación se da a los capuchinos, albergará en su día a 125 ancianos, perfectamente atendidos en todas sus necesidades.
— ¿Y qué presupuesto tiene esta obra?
— Hasta el momento se han gastado en ella ochenta y dos millones de pesetas, y está sin terminar.
— ¿Tanto ha dado fray Leopoldo?
— Sí; pero las cifras asustan un poco. Dicho así, es una enorme cantidad, pero piénsese que esto ha sido el total de lo recaudado en los veinticuatro años que hace desde su muerte.
— y ¿está completa la obra?
— No, el edificio sí está a punto de finalizar, pero falta lo más importante que es el mobiliario. Sin él, los ancianos no pueden ocupar todavía sus aposentos. Y de mobiliario estamos a cero.
Pensamos nosotros que fray Leopoldo seguirá dando sus frutos. ¿Cómo va a abandonar ahora a sus ancianos, a los que tanto quiso en vida y para los que sigue siendo «el limosnero de los capuchinos»? No cabe duda de que la obra finalizará en el tiempo previsto y con todos los servicios perfectamente cubiertos, y aun habrá que ir pensando en otras muchas obras que puedan salir de la mano generosa que todavía se tiende hacia el corazón de las gentes de buena voluntad, que son más de lo que en principio parecen.
Porque, mientras exista una necesidad que cubrir en esa Granada a la que tanto quiso fray Leopoldo, allí estará —es seguro— el alma bondadosa del hermano santo que seguirá pidiendo por los caminos, de casa en casa, «por el amor de Dios».
